06 diciembre 2009

Lenguaje, emociones, ética y conspiración


Humberto Maturana

Vamos a realizar un resumen general de algunas cuestiones fundamentales.

1 El lenguaje

Estamos acostumbrados a considerar el lenguaje como un sistema de comunicación simbólica, en el cual los símbolos son entidades abstractas que nos permiten movernos en un espacio de discursos, flotante sobre la concreción del vivir aunque lo representen. Yo mantengo que tal visión surge de una falta de comprensión del lenguaje como fenómeno biológico.

En efecto, el lenguaje, como fenómeno que nos involucra como seres vivos y, por lo tanto, como un fenómeno biológico que se origina en nuestra historia evolutiva, consiste en un operar recurrente, en coordinaciones de coordinaciones conductuales consensuales. De esto resulta que las palabras son nodos en redes de coordinación de acciones, no representantes abstractos de una realidad independiente de nuestro quehacer.

Es por esto que las palabras no son inocuas y no da lo mismo que usemos una u otra en una situación determinada. Las palabras que usamos no sólo revelan nuestro pensar sino que proyectan el curso de nuestro quehacer. Ocurre, sin embargo, que el dominio en el que se dan las acciones que las palabras coordinan no es siempre aparente en un discurso, y hay que esperar el devenir del vivir para saberlo. Pero no es esto último lo que quiero destacar, sino que el contenido del conversar en una comunidad no es inocuo para ella porque arrastra su quehacer.

Permítanme una reflexión sobre lo sucedido en los últimos meses en la historia de Chile. Al mismo tiempo pido disculpas porque la hago como biólogo que no está en condiciones de hacer una evaluación histórico-político-económica. Yo pienso que lo que ha pasado en relación al plebiscito de 1988, muestra exactamente lo que he dicho sobre el lenguaje como un operar en coordinaciones de coordinaciones de acciones. En 1973, cuando se produjo el golpe militar, La Junta de Gobierno afirma que tiene la intención de generar una democracia. Los que escuchamos no creemos, porque nos parece que las palabras no se ven confirmadas por los actos. Pero el discurso de intención democrática se mantiene. En el proceso se nombra una comisión institucional que, modificado de una u otra manera por Pinochet, se aprueba en un plebiscito. Se empieza a hablar de leyes electorales, de leyes de partidos políticos, de procedimientos electorales. Es decir, se genera una trama de conversaciones para la democracia que constituye una red de acciones. Lo que pasa el día 5 de octubre de 1988, día del plebiscito presidencial, no refleja seguramente el deseo de Pinochet, pero ocurre y, ¡ocurre porque el Gobierno no lo puede detener! Ocurre porque la red de conversaciones, la red de coordinaciones de acciones generada en el proceso de los discursos y debates sobre la democracia y la legalidad democrática, constituyen una trama de acciones que no pueden evitar, porque no existe el espacio de conversaciones en el que surjan las acciones que lo lleven a cabo. ¡No, esta no es una reflexión superficial a posteriori! Las conversaciones, como un entrelazamiento del emocionar y el “lenguajear” en que vivimos, como un mundo de acciones posibles en la concreción de nuestra transformación corporal al vivir en ellas. Los seres humanos somos lo que conversamos, es así como la cultura y la historia se reencarnan en nuestro presente. Es el conversar las conversaciones que constituyen la democracia lo que constituye la democracia. De hecho, nuestra única posibilidad de vivir el mundo que queremos vivir es sumergirnos en las conversaciones que lo constituyen como una práctica social cotidiana en una continua conspiración ontológica que lo trae al presente.

2 Emociones

Vivimos una cultura que ha desvalorizado a las emociones en función de una supervaloración de la razón, es un deseo de decir que nosotros, los humanos, nos diferenciamos de los otros animales en que somos seres racionales. Pero resulta que somos mamíferos, y como tales, somos animales que viven en la emoción. Las emociones no son oscurecimientos del entendimiento, no son limitaciones a la razón; las emociones son dinámicas corporales que especifican sus dominios de acción en que nos movemos. Un cambio de emoción implica un cambio de dominio de la acción. Nada nos ocurre, nada hacemos que no esté definido como una acción de una cierta clase por una emoción que lo hace posible.

De esto resulta que el vivir humano se da en un continuo entrelazamiento de emociones y leguaje como un fluir de coordinaciones consensuales de acciones y emociones. Yo llamo a este entrelazamiento de emoción y lenguaje, conversar. Los seres humanos vivimos en distintas redes de conversaciones que se entrecruzan en su realización en nuestra individualidad corporal.

Si queremos entender las acciones humanas no tenemos que mirar el movimiento o el acto como una operación particular, sino a la emoción que lo posibilita. Un choque entre dos personas será vivido como agresión o incidente, según la emoción en la que se encuentran los participantes. No es el encuentro el que define lo que ocurre sino la emoción que lo constituye como un acto. De ahí que los discursos racionales, por impecables y perfectos que sean, so completamente inefectivos para convencer a otro si el que habla y el que escucha lo hacen desde emociones distintas. Y esto es así, porque al dominio racional en que nos movemos en cada instante, lo constituye como un dominio de coherencias operativas la aceptación de las premisas fundamentales que lo definen en un acto emocional. Las premisas fundamentales que constituyen un dominio racional las aceptamos a priori, porque queremos hacerlo, porque nos gustan. En otras palabras, si queremos democracia, tendremos democracia y racionalidad democrática. Pero nunca lo tendremos si no lo queremos y no hacemos las conversaciones que la constituyen como un dominio de coordinaciones de acciones y emociones que funda la racionalidad que la justifica.

Me parece que el gran problema en la constitución de un país es la creación de una inspiración desde la cual sus habitantes pueden encontrarse en una concordancia emocional que les permite hacer ciertas conversaciones, como la de la democracia. Cuando era un estudiante de medicina, en 1950, los estudiantes vivíamos nuestro ser como un quehacer que nos permitiría devolver a la comunidad chilena, al país, lo que habíamos recibido de él al hacer posible nuestro ser estudiantes. Estudiábamos medicina para devolver a la comunidad lo que habíamos recibido de ella. Nos ganaríamos la vida en el proceso, pero nuestra tarea era devolver al País lo que habíamos recibido de el. Y esto, de una u otra manera, constituía una explicación fundamental, porque era allí donde los distintos grupos ideológicos nos encontrábamos. En el fondo, las distintas ideologías eran distintas perspectivas para mirar la tarea de cumplir un propósito fundamental común.

Personalmente, no veo a la democracia como la oportunidad de lucha ideológica. Creo que la lucha ideológica niega la democracia y, al mismo tiempo, pienso que las ideologías son absolutamente esenciales y tienen presencia porque son distintos modos de mirar que permiten ver diferentes cosas. Las distintas ideologías implican distintas conversaciones, es decir, distintas redes de coordinaciones emocionales y de acciones, lo que resulta en distintas distinciones, en la tarea de realizar un proyecto común.

Las conversaciones de lucha no pertenecen a la democracia. La lucha constituye al enemigo porque lo requiere y oscurece las condiciones que le dan origen. En la lucha hay vencedores y derrotados, no desaparición de enemigos. El derrotado tolera al vencedor en la espera de una oportunidad de revancha. La tolerancia es una negación del otro suspendida temporalmente. Las victorias que no exterminan al enemigo preparan la guerra siguiente. En la democracia no hay lucha. Si queremos democracia y de hecho estamos en la pasión de la construcción de una democracia, estamos en las conversaciones que constituyen un proyecto común de convivencia en la aceptación y respeto recíprocos que permiten la colaboración en la configuración de un mundo en el que la pobreza y el abuso no surge como modos legítimos de vivir. Si estamos en la pasión por la democracia, estamos en las conversaciones que hacen a las distintas ideologías distintos modos de descubrir distintos errores en la realización del proyecto común. Si estamos en la lucha, el otro debe desaparecer o pronto o tarde me destruirá a mí.

3 Etica

Ya narré la experiencia que tuve en Inglaterra al visitar un museo que mostraba el sufrimiento generado por la bomba atómica en Hiroshima, y conté cómo un amigo mío se había mostrado indiferente ante el dolor de ese pueblo. En relación a esta actitud pienso que si no estoy en la emoción que incluye al otro en mi mundo, no me puedo ocupar por su bienestar. Los discursos sobre los derechos humanos, fundados en la justificación racional del respeto a lo humano, serán válidos solamente para aquellos que aceptan a lo humano como central, para los que aceptan a ese otro como miembro de la propia comunidad de uno. Es por eso que los discursos sobre los derechos humanos, los discursos éticos fundados en la razón, nunca van más allá de quienes los aceptan de partida y no pueden convencer a nadie que no esté ya convencido. Sólo si aceptamos al otro, ese otro ese otro se hace visible y tiene presencia.

En otras palabras, la preocupación ética nunca va más allá de la comunidad de aceptación mutua en que surge.

Por esto, si queremos vivir de hecho una democracia que se extienda en todo el país, tenemos que hacer del país una unidad con un fundamento ético-moral común en el cual todos sean legítimos. Tenemos que hacer del país una unidad con un propósito común, que lo defina de hecho como una unidad, y dentro de la cual todos los chilenos seamos emocionalmente aceptados como miembros.

Parece una tarea difícil. No tengo una respuesta, pero la historia nos muestra ejemplos interesantes y oportunos. Estoy pensando en aquellas comunidades antiguas, no primitivas, donde existían los Consejos de Ancianos que incluían a honre y mujeres mayores. Se trataba de comunidades que no se regían por leyes escritas donde los Consejos de Ancianos constituían la referencia ético-moral desde la cual se reflexionaba sobre las fallas, las dificultades y las transgresiones a los modos de convivencia que se producían. Pienso también en el caso de los aborígenes de Australia. Entre estos existe un problema grave de alcoholismo, pro en algunas comunidades dicho problema se está resolviendo solo. Se trata de comunidades que han recuperado los Consejos de Ancianos como referencia ético-moral para los más jóvenes. Hombres y mujeres alcohólicos traen sus problemas al Consejo, el que al escucharlas les ofrece un espacio de aceptación y respeto que da sentido y legitimidad social a sus vidas y desaparece el alcoholismo.

Un ejemplo moderno ahora. La Corte Suprema de los Estados Unidos tiene como función revisar si las resoluciones judiciales que lleguen ante ella violan o no la intención de la Constitución. Ahora bien, la intención de la Constitución tiene que ver con lo ético-moral, con el propósito de convivencia no con las formas particulares que ésta adopta. La intención de la Constitución es un proyecto ético-moral que, aunque queda escrito, debe ser interpretado en cada lectura. El resultado es que la Corte Suprema de los Estados Unidos actúa de hecho como un Consejo de Ancianos frente a un proyecto de país que funda la Constitución. Es la intención de convivencia la que define un país, porque es la referencia que funda sus leyes y es la coincidencia en esa intención la tarea más difícil en la constitución de una democracia.

4 Conspiración

La tragedia de Chile es su desmembramiento como comunidad. Los sistemas sociales se fundan y se constituyen desde la emoción de la aceptación mutua. No todas las relaciones humanas son relaciones sociales. Lo son solamente aquellas que se constituyen en la aceptación mutua, esto es, en la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia. Otras relaciones como las relaciones del trabajo, por ejemplo, que se constituyen en la aceptación de un compromiso para la realización de una tarea, involucran una emoción distinta del amor, y por esto digo yo que no son relaciones sociales. Digo lo mismo respecto a las relaciones jerárquicas, porque se constituyen bajo otra emoción, la de la mutua negación. Obedecemos cuando hacemos lo que el otro nos exige en circunstancia que no querríamos hacerlo. Por esto el que obedece se niega a sí mismo al obedecer, y niega al que manda porque no acepta espontáneamente la validez de lo que éste le pide. A su vez el que manda niega al que obedece porque le exige que haga lo que éste no desea hacer, y se niega a sí mismo porque se cree merecedor de la obediencia del otro. De modo que las relaciones jerárquicas no se fundan en la aceptación mutua sino en la mutua negación.

Por otra parte, las relaciones de trabajo tampoco se fundan en la aceptación del otro sino en el compromiso para la realización de una tarea. De ahí que el ser social, en las relaciones de trabajo, es una impertinencia. Uno no pude ser reemplazado por un robot. Cuando la unidad de la comunidad humana se pierde y ésta se fragmenta en sistemas sociales y no sociales independientes, se requieren sistemas legales que establezcan una coordinación que cruce los bodes de tales sistemas y reconstituya a la comunidad como totalidad. Para que eso ocurra, sin embargo, tales sistemas legales, deben ser expresión del deseo de reconstituir tal comunidad.

La mirada ética no alcanza más allá del borde del sistema social en que surge, y la adopción de conductas no éticas en una comunidad surge de la fragmentación de dicha comunidad como unidad social. En estas circunstancias ¿qué es lo que nos ha pasado en Chile?: nos hemos fragmentado como comunidad, y la única forma, creo de reconstituirnos como nacionalidad, es a través de una conspiración, a través de una inspiración común para nuestro quehacer como nación. Debe ser una conspiración ético-moral que defina y constituya un espacio de aceptación mutua donde la presencia de cualquier chileno sea legítima aunque no lo conozcamos, y donde nuestras acciones no nieguen esa presencia. Para eso necesitamos, tal ves, imaginar algo como lo que imaginaron los norteamericanos en su Corte Suprema, que es un organismo que constituye una referencia para determinar cuándo una legislación o una decisión judicial viola la intención ético-moral de la Constitución.

03 diciembre 2009

Las organizaciones como fenómeno político



Fernando Flores

Tenemos ahora algunos elementos para armar nuestra investigación. Una organización es el lugar donde se producen conversaciones. Las conversaciones son fenómenos sociales en los cuales se realiza un trabajo, esto es, se toman acciones, se hacen juicios y se abren y cierran posibilidades.

No obstante, las conversaciones tendrán lugar con o sin organizaciones. ¿Qué diferencias existen entre organizaciones y conversaciones? Ya hemos empezado a dar nuestra respuesta a esta pregunta al declarar que las organizaciones son fenómenos políticos. Las organizaciones en sí son el producto de nuestras conversaciones sobre cómo tendremos conversaciones acerca de la posibilidad de realizar determinadas acciones. Las organizaciones son producto de nuestras conversaciones sobre cómo tendremos conversaciones acerca del contexto social: instituciones, oficinas, reglamentos etc. Dentro del cual sostendremos conversaciones.

¿El sentido que nos permite saber qué conversaciones son políticas es obvio? Ciertos términos políticos, familiares, tales como democracia, socialismo, monarquía, etc. demarcan posiciones que uno puede tomar, las orientaciones globales hacia las conversaciones organizativas.

Al comprender cada uno de estos términos, escuchamos declaraciones de quién puede hablar y cuándo, de modo que sus palabras transmitan la fuerza de la acción; de quién puede actuar y cuándo; de quiénes pueden participar en tipos especiales de conversaciones referentes a la propiedad, al derecho, etc. Al adoptar estas posiciones, esto es, al hacer declaraciones sobre cómo deberá proseguir la conversación, nosotros producimos los arreglos sociales esenciales para las conversaciones que tendremos. Antes de continuar, debemos prestar atención al hecho de que todos nosotros ya somos participantes en esas “conversaciones políticas”. Hemos heredado declaraciones ya hechas sobre la forma en que sucederán las conversaciones en nuestra sociedad. Incluso, cuando nuestra tarea es producir una organización nueva, vale decir, una nueva empresa o incluso una organización política del Estado enteramente nueva, nosotros sólo nos volvemos a unir a una conversación en la cual ya hemos participado en calidad de escuchadores. De este modo el diseño de las organizaciones nunca resulta totalmente nuevo.

Las atribuciones del cargo

Observemos ahora algunas de las dimensiones de una “conversación“ política. Una de las dimensiones de toda conversación política sería la de atribuciones del cargo. Tradicionalmente, entendemos a éstas como la conversación sobre los derechos especiales concedidos a personas específicas (o a personas que ocupan un cargo específico) que tienen la palabra o la última palabra sobre alguna materia. Son ejemplo de esto el puesto de presidente de la República, presidente del Directorio, etc. En cada caso, la persona titular del puesto está facultada por derecho propio para algún privilegio o poder.

Considerando los elementos que se señalan en la última parte de nuestra investigación, podemos entender esas conversaciones, sobre las prerrogativas del cargo, como aquellas que producen declaraciones en cuanto a quién se escuchará con compromiso al efectuar peticiones, promesas, afirmaciones y declaraciones en cuanto a quién se escuchará con compromiso al efectuar peticiones, promesas afirmaciones y declaraciones en ámbitos específicos. Dentro de una organización comercial podemos declarar que sólo el presidente tiene el poder de tomar decisiones sobre el comienzo de la producción de nuevos artículos. Esto significa que sólo al presidente se le escuchará cuando alguien pida comenzar la producción.

Para establecer una organización, deberemos hacer declaraciones de oficios a lo largo de un espectro muy amplio de conversaciones y posibles movimientos dentro de las conversaciones. Por ejemplo, deberemos declarar quién está facultado para efectuar solicitudes de fondos, quién tiene el poder para prometer fondos, quien tiene la capacidad de juzgar el desempeño de los empleados, quien tiene poder para hacer promesas a otras organizaciones o individuos en las diferentes áreas (financiera, legal etc.).

Además de declarar quién esta facultado para hacer peticiones, declaraciones, etc, nosotros declararemos de quién es el deber de realizar las acciones solicitadas y de convertir las declaraciones en posibilidades de acción. Como ocurre en las discusiones cotidianas de índole política, nosotros asignamos deberes a los ciudadanos, a los burócratas etc, de modo que aquí declaramos que hay personas específicas (o personas que ocupan cargos específicos) responsables de las acciones producidas en las conversaciones. Un arreglo en el cual las personas quedan en libertad de declinar o aceptar cualquiera o todas las solicitudes que se les hacen, no es una organización. Las declaraciones proporcionan la estabilización de los roles, esto es, aceptaciones normales de peticiones recurrentes en ámbitos recurrentes. Solamente mediante dichas declaraciones se podrá convertir en el deber de alguien la tarea de informar semanalmente sobre niveles de stock, contestar al teléfono, etc.

Problemas recurrentes

Para hacer tales declaraciones, necesitamos identificar las áreas de los problemas recurrentes en la actividad en que se involucrará nuestra organización. Una organización comercial tendrá problemas recurrentes en áreas financieras que exigen el oficio de contador; las áreas legales requerirán, el oficio de abogado o de asesor legal; en el área de salud, en la que podemos declarar el oficio de nutricionista, o enfermera etc. La organización también tendrá problemas recurrentes en la comunicación de peticiones y promesas y en asegurar el cumplimiento de las promesas, esto es, en el área de mantener el escuchar de solicitudes recurrentes, promesas, declaraciones y afirmaciones que conforman el día normal de trabajo. Con este fin podemos declarar las atribuciones y funciones específicas de los gerentes.

Estas declaraciones de oficios y responsabilidades no estarán necesariamente formuladas en memorandos o documentos oficiales. Podemos construirlas, por ejemplo, en la propia estructura física de la organización. Las personas que se hacen solicitudes y promesas mutuas estarán ubicadas en lugares cercanos entre sí. Las personas que comparten el desarrollo de nuevas posibilidades dentro de la organización también pueden compartir un espacio físico de trabajo. En general, el diseño físico de las oficinas y edificios de la organización se ajustará a las líneas de conversaciones recurrentes dentro de la organización. Al decidir quién trabaja y en qué oficina, estamos haciendo declaraciones políticas sobre las clases de conversaciones que serán posibles o imposibles en la organización.

Estados de ánimo

Las declaraciones de índole política, menos formales, también se hacen en un diseño físico. Una declaración política que se debe hacer es aquella referida al tono de las conversaciones que tendrán lugar: ánimo cálido, amistoso; ánimo fríamente eficiente, animo de abierta exploración, etc. Estos estados de ánimo se hacen valer mediante declaraciones escritas. Por otro lado, mediante los ambientes físicos, los estados de ánimo se hacen perceptibles y actúan más efectivamente. El diseño y la disposición de las salas de reunión, antesalas, pasillos, mobiliario de oficina e instalaciones comunes (tales como salas de descanso y áreas de estacionamiento) determinan el diseño político de las organizaciones. Estos elementos pueden impulsar inhibir ciertas conversaciones recurrentes.

Ámbitos de posibilidades y compromisos

La definición de funciones y el diseño de conversaciones recurrentes constituyen una dimensión política de la organización. Esa dimensión es relativamente formal en comparación con la segunda dimensión que podemos discutir a continuación. Una organización no sólo se mantiene unida mediante patrones de conversación recurrentes, sino también por el escuchar del trasfondo compartido. El fenómeno que señalamos es lo que se suele denominar una cultura o un conjunto de valores y creencias. Nuevamente interpretamos el fenómeno desde el punto de vista lingüístico; el fenómeno al cual apuntan estos términos es el escuchar el trasfondo de los participantes en una organización con el propósito de unificar declaraciones concernientes al ámbito de posibilidades y compromisos dentro del cual opera la organización.

Estas declaraciones obligan y dan sentido a las conversaciones que producen la acción y las conversaciones que producen posibilidades u oportunidades en el interior de la organización. Los miembros de una organización comercial comprenden que su organización es una organización con fines de lucro. Vale decir, que en sus conversaciones ellos dan por sentado la declaración de trasfondo de que sus acciones deben producir ingresos, directa o indirectamente, a la organización. Por supuesto, ellos escuchan también declaraciones índole más específica. El lema de una organización al tratar de establecer su identidad puede lograr que sus participantes escuchen declaraciones de trasfondo. Por ejemplo, el lema de la empresa DuPont es “mejores cosas para vivir mejor a raves de la química”. Esta declaración limita claramente la clase de conversaciones que se pueden tener dentro de una organización. Esta declaración de trasfondo no es coherente con la proposición de proyectos de investigación sobre cultivos orgánicos. Pero al mismo tiempo, la declaración permite a sus participantes abrir diferentes posibilidades, plantear preguntas sobre qué innovaciones químicas podrían producir, qué mejoras, y en qué áreas de problemas recurrentes en la vida. El lema no abre la posibilidad de investigar los cultivos orgánicos, pero si revela la posibilidad de investigar productos químicos que sirvan para limpiar los derrames de petróleo.

Las declaraciones de trasfondo producen el escuchar recurrente de un ámbito especifico de posibilidades. Proporcionan el tema sobre el cual se ocuparán, en última instancia, las conversaciones dentro de una organización. No se deben confundir estas declaraciones con las metas u objetivos. Las organizaciones pueden anunciar metas u objetivos específicos, pero estos en sí mismos sólo surgen de la declaración más fundamental de un ámbito de posibilidades. Cuando la empresa DuPont anuncia (internamente o en forma pública) que existe para producir “mejores cosas para vivir mejor a través de la química”, no se está fijando una meta. Está demarcando un ámbito de conversaciones para sí mismo. Hace una declaración acerca de qué tipo de proyectos considerará posible emprender y da una pauta para el desarrollo de estos proyectos. En efecto, DuPont expresa que ese es el terreno en el cual trabajará: aquel que sugiere su lema.

Proyectos

Ahora bien, una vez que la organización ha identificado su dominio de posibilidades, formulará proyectos específicos. A diferencia de la declaración de su ámbito de posibilidades, la especificación de un proyecto requiere un lenguaje de acción y de condiciones de satisfacción; el proyecto es algo muy definido que podemos emprender a través de las acciones x, y y z, que estarán terminadas cuando se hayan satisfecho las condiciones a, b y c. La declaración de un ámbito de posibilidades no tiene este carácter definido. Su función es abrir oportunidades para proyectos, no para unos proyectos determinados. El proyecto es una actividad específica, un conjunto específico de conversaciones que producen acción en un periodo determinado. La declaración de ámbitos de posibilidades produce el trasfondo necesario para la vida continuada de una organización, trasfondo que proporciona la posibilidad de formular los proyectos específicos y acciones especificas.

Observemos nuevamente que no estamos refiriéndonos a un fenómeno oficial. Lo que resulta crucial para la organización no es el hecho de que esta produzca un organigrama o un documento titulado “Declaración de ámbito de posibilidades”. Lo que sí es vital es que quienes participan en la organización escuchen las declaraciones de las funciones de cada uno, así como una declaración de un espacio de posibilidades donde sus conversaciones diarias tengan lugar en un trasfondo que contenga esas declaraciones políticas esenciales. Los organigramas y otros documentos oficiales pueden o no producir este efecto de escuchar penetrante y unificador. Un documento, aunque exista, no garantiza un resultado eficaz, por ejemplo, para dar orientaciones, realizar reuniones, rituales periódicos de la organización, etc. Las declaraciones fundamentales pueden ser incorporadas de otra manera: verbalmente (por ejemplo, en el ritual de celebración de la organización), en el diseño físico, a través de figuras heroicas dentro de la organización, por nombrar algunas posibilidades.

Estas declaraciones políticas fundamentales producen la identidad y unidad de la organización. Las declaraciones de funciones entregan una estructura para los patrones recurrentes de conversación en cuyo contexto se ejecutan las cosas; entregan una forma regular y confiable de operar con peticiones o promesas que se siguen unas a otras. Las declaraciones de ámbitos de posibilidades producen un trasfondo compartido, a partir del cual cada miembro de la organización puede participar en la misma gran conversación. Cada participante entiende su conversación específica como pate de la realización de este ámbito fundamental de posibilidades que identifican a la organización. Esta no es un grupo de individuos cuyas acciones caen dentro y fuera de la coordinación, desde una a otra conversación. Es una entidad individual cuya continuidad en el tiempo ya se ha producido en sus declaraciones políticas.

Poder

Por supuesto que esta discusión sobre declaraciones políticas nos conduce a otro interrogante: ¿quién tiene el poder de hacer declaraciones políticas que den identidad, unidad y dirección a una organización? Todavía no responderemos a esta pregunta. No obstante, antes de que hablemos sobre el poder, es preciso que conversemos con respecto a nuestra comprensión automática de las organizaciones y acerca de la estructura de las organizaciones.

02 diciembre 2009

GAIA: la Tierra viva



Fritjof Capra

Las ideas subyacentes en los diversos modelos de los sistemas autoorganizadores cristalizaron en muy poco tiempo a finales de los sesenta. En Estados Unidos von Foerster reunía su grupo interdisciplinario de investigación y pronunciaba varias conferencias sobre autoorganización. En Bélgica Ilya Prigogine establecía el vínculo crucial entre sistemas en desequilibrio y la no linealidad. En Alemania, Hermann Haken desarrollaba su teoría láser no lineal y Manfred Eigen trabajaba en sus ciclos catalíticos, mientras que en Chile, Humberto Maturana lo hacía sobre la organización en los sistemas vivos.

Al mismo tiempo el químico atmosférico James Lovelock tenía una intuición iluminadora que le conduciría a formular un modelo que es quizá la más sorprendente y hermosa expresión de autoorganización: la idea de que el planeta Tierra, como un todo, es un sistema autoorganizador vivo.

Los orígenes de la atrevida hipótesis de Lovelock se remonta a los primeros tiempos del programa espacial de la NASA. Mientras que la idea e la Tierra viva es muy antigua y se han formulado en varias ocasiones teorías sobre el planeta como sistema vivo, los vuelos espaciales de principios de los años sesenta permitieron por primera vez a los seres humanos contemplar realmente nuestro planeta desde el espacio exterior y percibirlo como un todo integrado. Esta percepción de la Tierra en toda su belleza, un globo azul y blanco flotando en la profunda oscuridad del espacio, emocionó vivamente a los astronautas y, como algunos han declarado posteriormente, fue una profunda experiencia espiritual que modificó para siempre su relación personal con ella. Las magníficas fotografías de la Tierra completa que trajeron consigo proporcionaron el símbolo más poderoso para el movimiento de la ecología global.

Mientras los astronautas contemplaban la Tierra y admiraban su belleza, su medio ambiente era también examinado desde el espacio exterior por los sensores de los instrumentos científicos, al igual que los de la Luna y los planetas más próximos. Durante los años sesenta los programas espaciales de la URSS y Estados Unidos lanzaron más de cincuenta sondas espaciales, la mayoría para explorar la Luna, pero algunas destinadas a viajar más allá, hacia Venus o Marte.

Por aquel tiempo la NASA invitó a James Lovelock a sus laboratorios en Pasadena (Jet Propulsion) en California, para participar en el diseño de instrumentos para la detección de la vida en Marte. El plan de la NASA consistía en mandar un vehículo espacial que buscaría los indicios de vida en el mismo lugar de aterrizaje, realizando una serie de experimentos con el suelo marciano. Mientras trabajaba en cuestiones técnicas de diseño del instrumental. Lovelock se hacía también una pregunta de carácter más general: ¿cómo podemos estar seguros de que el tipo de vida en Marte, caso de existir, se nos revelará con pruebas basadas en el tipo de vida en la Tierra?. Durante los siguientes meses y años, esta pregunta le condujo a pensar profundamente en la naturaleza de la vida y en cómo reconocerla.

Analizando este problema, Lovelock llegó a la conclusión de que el hecho de que todos los organismos vivos tomen materia y energía y expulsen desechos, era la característica de vida más general que podía encontrar. De modo muy similar a Prigogine, pensó que debía ser posible expresar matemáticamente esta característica fundamental en términos de entropía, pero después su razonamiento progresó en otra dirección. Lovelock asumió que la vida en cualquier planeta necesitaría atmósfera y océanos como medios fluidos para las materias primas y los desechos. En consecuencia, especuló, debería ser posible detectar de algún modo la existencia de vida analizando la composición química de la atmósfera de un planea. Así, de existir vida en Marte, su atmósfera debería revelar alguna composición de gases, alguna “firma” característica, que podría ser detectada incluso desde la Tierra.

Estas especulaciones se vieron confirmadas cuando Lovelock y su colega Dian Hitchcock iniciaron un análisis sistemático de la atmosfera marciana mediante observaciones realizadas desde la Tierra, comparándolo con un análisis similar de la atmósfera terrestre. Descubrieron que las composiciones químicas de ambas atmósferas son sorprendentemente distintas. Mientras que hay muy poco oxígeno, mucho dióxido de carbono (CO2) y nada de metano en la atmósfera marciana, la de la Tierra contiene cantidades masivas de oxígeno, caso nada de CO2 y mucho metano.

Lovelock se dio cuenta de que la razón del particular perfil atmosférico de Marte es que, en un planeta sin vida, todas las reacciones químicas posibles entre los gases de la atmósfera habían sido completadas mucho tiempo atrás. Hoy son posibles nuevas reacciones químicas en Marte ya que existe un completo equilibrio químico en su atmósfera.

La situación en la Tierra es exactamente la contraria. La atmósfera terrestre contiene gases, como el oxígeno y el metano, muy capaces de reaccionar entre sí pero también de coexistir en altas proporciones, originando una mezcla de gases lejos del equilibrio químico. Lovelock se dio cuenta de que este estado especial debía de ser consecuencia de la presencia de vid en la Tierra. Las plantas producen oxígeno constantemente, mientras que otros organismos producen otros gases, de modo que los gases atmosféricos son continuamente reaprovisonados mientras pasan por reacciones químicas. En otras palabras, Lovelock reconoció la atmósfera terrestre como un sistema abierto lejos del estado de equilibrio, caracterizado por un flujo constante de materia y energía. Su análisis químico identificaba el sello mismo de la vida.

Esta percepción fue tan trascendental para Lovelock, que recuerda aún el momento preciso en que ocurrió:

La revelación de Gaia vino a mí súbitamente, como un relámpago luminoso. Me encontraba en una pequeña habitación del piso superior de los Laboratorios de propulsión a chorro de Pasadena en California. Era el otoño de 1965… y estaba hablando con mi colega Dian Hitchcock sobre un documento que estábamos preparando… Fue en ese momento en que vislumbré a Gaia. Un pasmoso pensamiento vino a mí. La atmósfera terrestre es una extraordinaria e inestable mezcla de gases y, sin embargo, yo sabía que se mantenía constante en su composición durante largos períodos de tiempo. ¿Podía ser que la vida en la Tierra no sólo estuviese haciendo la atmósfera, sino que además la estuviese regulando, manteniéndola en una composición constante y a un nivel favorable para los organismos?

El proceso de autorregulación es la idea clave de Lovelock. Sabía por los astrofísicos que el calor del Sol se ha incrementado en u 25 % desde el inicio de la vida sobre la Tierra y que, a pesar de dicho aumento, la temperatura en la superficie de la Tierra se ha mantenido constante, aun nivel confortable para la vida, durante cuatro mil millones de años. ¿Y si la Tierra fuese capaz de regular su temperatura, se preguntó, así como otras condiciones planetarias (la composición de su atmósfera, la salinidad de sus océanos, etc.), al igual que los mecanismos vivos son capaces de autorregularse y mantener constante su temperatura corporal y otras variables vitales? Lovelock se dio cuenta de que su hipótesis equivalía a una ruptura radical con la ciencia convencional:

Considerad la teoría Gaia como una alternativa a la creencia convencional que ve la Tierra como un planeta muerto, hecho de rocas inanimadas, océanos y atmósfera, meramente habitado por vida. Consideradlo como un sistema real incluyendo toda su vida y todo su entorno, íntimamente acoplados para formar una entidad autorreguladora.

A los científicos espaciales de la NASA, por cierto, no les agradó lo más mínimo el descubrimiento de Lovelock. Habían preparado un impresionante despliegue de experimentos de detección de vida para su misión Viking a Marte y ahora Lovelock les decía que, en realidad, no hacía falta mandar ningún vehículo espacial a buscar indicios de vida en el planeta rojo. Todo lo que necesitaba era un análisis espectral de la atmósfera marciana, que podía conseguirse fácilmente común telescopio desde la Tierra. No es de extrañar que desoyesen la opinión de Lovelock y prosiguiesen con el programa Viking. Su vehículo espacial aterrizó en Marte varios años después para, como Lovelock había predicho, no encontrar rastro alguno de vida.

En 1969, en un encuentro científico en Princeton,

Por aquel entonces, Lovelock no tenía idea de cómo la Tierra podía regular su temperatura y la composición de su atmósfera, exceptuando que sabía que los procesos autorreguladores debían involucrar organismos de la biosfera. Tampoco sabía que organismos producían qué gases. Al mismo tiempo, no obstante, la microbióloga norteamericana Lynn Margulis estaba estudiando los mismos procesos que Lovelock necesitaba comprender: la producción y eliminación de gases por diversos organismos, incluyendo especialmente la miríada de bacterias del suelo terrestre. Margulis recuerda que se preguntaba sin cesar: ¿Por qué está todo el mundo de acuerdo en que el oxígeno atmosférico… proviene de la vida pero nadie habla de los otros gases atmosféricos provenientes igualmente de la vida? Bien pronto, algunos colegas le recomendaron que hablase con James Lovelock, lo que dio origen a una larga y fructífera colaboración que desembocó en la completa y científica hipótesis Gaia.

Los antecedentes científicos y las respectivas áreas de experiencias de Lovelock y Margulis demostraron formar una combinación ideal. Margulis estaba en condiciones de aclarar a Lovelock muchas cuestiones en relación con los orígenes biológicos de los gases atmosféricos, mientras que Lovelock aportaba conceptos de química, termodinámica y cibernética a la emergente teoría Gaia. Así los dos científicos pudieron desvelar gradualmente una compleja red de bucles de realimentación que, supusieron, era la responsable de la autorregulación del planeta.

La capacidad primordial de estos bucles de realimentación consiste en vincular sistemas vivos con sistemas no vivos. No podemos ya pensar en rocas, animales y plantas separadamente. La teoría Gaia demuestra que existe una íntima relación entre las partes viva del planeta (plantas, microorganismos y animales) y las no vivas (rocas, océanos y atmósfera).

El ciclo del dióxido de carbono es un buen ejemplo para ilustrar este punto. Los volcanes de la Tierra han estado enviando cantidades ingentes de dióxido de carbono a la atmósfera durante millones de años, puesto que este es uno de los principales gases de invernadero, Gaia necesita retirarlo de la atmósfera para que ésta no alcance una temperatura inhóspita para la vida. Los animales y las plantas reciclan cantidades masivas de oxígeno en sus procesos de respiración, fotosíntesis y descomposición. No obstante estos intercambios se mantienen en equilibrio y no afectan al nivel de dióxido de carbono en la atmósfera. Según la teoría Gaia, el exceso de CO2 en la atmósfera es absorbido y reciclado en un extenso bucle de realimentación que incluye la erosión de las rocas como elemento clave.

En el proceso de erosión de las rocas, estas se combinan con el agua de lluvia y con el dióxido de carbono para formar distintos compuestos químicos, llamados carbonatos. El CO2 es pues retirado de la atmósfera y disuelto en soluciones líquidas. Estos son procesos puramente químicos, que no requieren la participación de organismos vivos. No obstante, Lovelock y otros descubrieron que la presencia de bacterias en el suelo incrementa ampliamente el nivel de erosión. En un sentido, estas bacterias del suelo actúan como catalizadores como del proceso de erosión de las rocas, de modo que todo el ciclo del dióxido de carbono puede contemplarse como el equivalente biológico de los ciclos catalíticos estudiados por Manfred Eigen.

Los carbonatos son luego arrastrados a los océanos donde unas minúsculas algas, imperceptibles a simple vista, los absorben para construir sus delicadas cáscaras de carbonato cálcico. Así, el CO2 que estaba en la atmósfera acaba convertido en cáscara de estas diminutas algas, éstas además, absorben directamente dióxido de carbono del aire.

Cuando estas algas mueren, sus cascaras se precipitan al fondo de los océanos, donde forman sedimentos masivos de piedra caliza (otra forma de carbonato cálcico). Debido a su enorme peso, estos sedimentos de caliza se hunden gradualmente en el manto terrestre donde se hunden, llegando incluso a desencadenar los movimientos de las placas tectónicas. En realidad, parte del CO2 contenido en las rocas fundidas será reenviado a la atmósfera por los volcanes para iniciar otra vuelta en el gran ciclo de Gaia.

El ciclo entero que vincula volcanes, erosión de rocas, bacterias del suelo, algas oceánicas, sedimentos de caliza y de nuevo volcanes, actúa como un gigantesco bucle de realimentación que contribuye a la regulación de la temperatura de la Tierra. A medida que el Sol aumenta su temperatura, la acción de las bacterias se ve estimulada, con lo que el proceso de erosión de las rocas se incrementa, lo que a su vez significa una mayor absorción del CO2 de la atmósfera y el consecuente enfriamento del planeta. Según Lovelock y Margulis, similares ciclos de realimentación, que comprenden plantas y rocas, animales y gases atmosféricos, microorganismos y océanos, regulan el clima en la Tierra, la salinidad de sus océanos, regulan el clima de la Tierra, la salinidad de sus océanos y otras importantes constantes planetarias.

La teoría Gaia contempla la vida de modo sistémico, uniendo geología, microbiología, química atmosférica y otras disciplinas, cuyos especialistas no están acostumbrados a comunicarse entre sí. Lovelock y Margulis desafiaron los conceptos establecidos de que éstas son disciplinas separadas, que las fuerzas de la geología marcan las condiciones de vida sobre la Tierra y que animales y plantas son meros pasajeros que hallaron, por pura casualidad, las condiciones adecuadas para su evolución.

Según la teoría Gaia es la vida la que crea las condiciones aptas para su propia existencia. En palabras de Margulis:

Dicho simplemente, la hipótesis Gaia dice que la superficie de la Tierra, que siempre hemos considerado como el entorno de la vida, es en realidad parte de esta. El manto de aire, la troposfera, debe ser considerado como un sistema circulatorio, producido y mantenido por la vida… Cuando los científicos nos dicen que la vida se adapta a un entorno esencialmente pasivo de química, física y rocas, están perpetuando una visión seriamente distorsionada. En realidad, la vida hace, conforma y cambia el entorno al que se adapta. Este entorno a su vez, realimenta a la vida que cambia, actúa y crece en el. Hay interacciones cíclicas constantes.

Al principio, la resistencia dela comunidad científica ante esta nueva visión de la vida fue tan fuerte que a los autores les resultó imposible publicar su hipótesis. Publicaciones académicas establecidas, tales como Science y Nature, la rechazaron. Finalmente el astrónomo Carl Sagan, editor de Icarius, invitó a Lovelock y Margulis a publicarla en su revista. Resulta intrigante que, que de todas las teorías y modelos de autoorganización, sea la teoría Gaia la que, con mucho, haya encontrado una mayor oposición. Resulta tentador considerar si tan irracional reacción por parte de la ciencia establecida pudiera tener su origen en la evolución de Gaia, el poderoso arquetipo mítico.

Efectivamente, la imagen de Gaia como un ser sintiente fue el principal argumento implícito en el rechazo de la teoría Gaia tras su publicación. Los científicos lo expresaban proclamando que la hipótesis no podía ser científica ya que era teleológica, es decir, que implicaba la idea de los procesos naturales conformados por un proprósito. “Ni Margulis ni yo hemos propuesto nunca que la autorregulación planetaria esté dotada de un propósito”, protesta Lovelock. “No obstante, nos encontramos con la persistente, casi dogmática crítica de que nuestra hipótesis es teleológica”.

Esta crítica recuerda el viejo debate entre mecanicistas y vitalistas. Mientras que los mecanicistas mantenían que todo fenómeno biológico podía en última instancia ser explicado en los términos de las leyes de física y química, los vitalistas postulaban la existencia e una entidad no física, un agente causal director de los procesos vitales que desafiaban las explicaciones mecanicistas. La teleología, del griego telos, propósito, afirma que el agente causal postulado por los vitalistas es deterministas, que hay designio y propósito en la naturaleza. En su encarnizada oposición a los argumentos vitalistas y teleológicos, los mecanicistas se debaten aún en la metáfora de Dios como relojero. La actualmente emergente teoría de los sistemas vivos ha trascendido finalmente el debate entre mecanicistas y vitalistas. Como veremos contempla la naturaleza viva como consciente e inteligente, sin necesidad de asumir un designio o propósito general.

Los representantes de la biología mecanicista atacaron la hipótesis Gaia como teleológica porque no podían imaginar cómo la vida sobre la Tierra podía ser capaz de crear y regular las condiciones para su propia existencia si hacerlo de un modo consciente y determinado. “¿Hay reuniones de comités en los que las especies negocian la temperatura del año siguiente?”, preguntaban con malicioso humor.

Lovelock respondió con un ingenuo modelo matemático llamado “El mundo de las margaritas”. Este modelo representa un sistema de Gaia enormemente simplificado, en el que queda totalmente claro que la regulación de la temperatura es una propiedad emergente del sistema que se manifiesta automáticamente, sin ninguna acción determinada, como consecuencia de los bucles de realimentación entre los organismos del planeta y su entorno.

El Mundo de las Margaritas es un modelo informático de un planeta, calentado por un Sol con radiación térmica constantemente creciente y poblado únicamente por dos especies: margaritas negras y margaritas blancas. Se reparten semillas de ambas por el planeta, que tiene humedad y fertilidad uniformes, si bien las margaritas sólo crecerán dentro de una determinada gama de temperaturas.

Lovelock programó su ordenador con las ecuaciones matemáticas correspondientes a estas tres condiciones, escogió un planeta en el punto de congelación como situación inicial y puso el ordenador a trabajar sobre el modelo. “¿Conducirá la evolución del ecosistema del Mundo de las Margaritas a la autorregulación de su clima?”, era la cuestión crucial que se preguntaba.

El resultado fue espectacular. A medida que el planeta modelo se calienta, en un momento determinado el ecuador alcanza la temperatura adecuada para la vida de la planta. Las margaritas negras aparecen primero ya que absorben mejor el calor que las blancas y están por tanto mejor dotadas para la supervivencia y la reproducción. Así, en su primera fase de evolución el planeta muestra el anillo de margaritas negras sobre el ecuador.

A medida que el planeta se calienta, el ecuador se vuelve demasiado cálido para las margaritas negras, que empiezan a colonizar las zonas subtropicales. Al mismo tiempo, las margaritas blancas aparecen sobre el ecuador. Debido a su color, las margaritas blancas reflejan el calor y se enfrían, lo que les permite sobrevivir en zonas demasiado calurosas para sus hermanas negras. Así pues en la segunda fase hay un anillo de margaritas blancas sobre el ecuador, mientras que las manos subtropicales templadas se llenan de margaritas negras y en los polos, donde hace aún demasiado frío, no aparecen todavía margaritas.

El sol sigue aumentando su radiación y las plantas se extinguen en el ecuador, donde hace ahora demasiado calor incluso para las margaritas blancas. Mientras tanto, las margaritas negras han ido siendo reemplazadas por blancas en las zonas templadas y en los polos empiezan a parecer margaritas negras. Así la tercera fase muestra un planeta con el ecuador despoblado, las zonas templadas pobladas por margaritas blancas, las zonas alrededor de los polos por margaritas negras y los casquetes polares sin plantas. En la cuarta fase, vastas regiones alrededor del ecuador y de las zonas subtropicales son ya demasiado calurosas para ambas clases de margaritas, mientras que vemos margaritas blancas en las zonas templadas y negras en los polos. Finalmente todo el planeta es ya demasiado caluroso para las margaritas y la vida se extingue.

Esta es la dinámica básica del mundo de las margaritas. La propiedad crucial del modelo que produce la autorregulación es que las margaritas negras, al absorber calor, no sólo se calientan a si mismas, sino también al planeta. De forma parecida, mientras las margaritas blancas reflejan el calor y se refrescan a sí mismas. Así, el calor es absorbido y reflejado a través de la evolución del modelo, dependiendo de qué especie de margarita esté presente.

Cuando Lovelock trazó las gráficas de los cambios de temperatura del planeta a través de su evolución, se encontró con el sorprendente resultado de que la temperatura planetaria se mantenía constante a lo largo de las cuatro fases. Cuando el sol es relativamente frío, el modelo incrementa su propia temperatura mediante la absorción de calor a cargo de las margaritas negras. A medida que el Sol aumenta u radiación, la temperatura el modelo desciende gradualmente a causa del progresivo dominio de las margaritas blancas que reflejan el calor. Así, el Mundo delas Margaritas, sin ningún plan preconcebido ni previsión alguna, “regula su temperatura durante un largo periodo de tiempo, gracias al baile de las margaritas”.

Los bucles de realimentación que ligan las influencias medioambientales con el crecimiento de las margaritas, que a su vez afecta al entorno, son la prestación esencial del modelo. Cuando este ciclo se rompe, de modo que no hay influencia de las margaritas sobre el entorno, su población fluctúa arbitrariamente y todo el sistema se vuelve caótico. Tan pronto como los bucles se cierran mediante el restablecimiento del vínculo entre las margaritas y el entorno, el modelo se estabiliza y se reanuda la autorregulación.

Desde entonces, Lovelock ha diseñado versiones mucho más sofisticadas del Mundo de las Margaritas en la que, en lugar de las dos únicas especies, hay muchas clases de margaritas con pigmentos variables. Hay modelos en que las margaritas evolucionan y cambian de color, modelos con conejos que se comen las margaritas y zorros que se comen los conejos y zorros que se comen los conejos etc. El resultado final de estos modelos altamente complejos es que se atenúan las pequeñas fluctuaciones térmicas que aparecían en el modelo original y que la autorregulación se hace más y más estable a medida que aumenta la complejidad del sistema.

Lovelock introdujo además en sus modelos catástrofes que destruyen periódicamente un 30 % de las margaritas y descubrió que la autorregulación del modelo se muestra notablemente resistente ante severas perturbaciones.

Todos estos modelos han generado vivas discusiones entre biólogos, geofísicos y geoquímicos y, desde su primera publicación, la hipótesis Gaia ha ido ganando respeto en la comunidad científica. De hecho, hay ahora varios equipos de investigación en distintas partes del mundo trabajando en formulaciones detalladas de la teoría Gaia.

01 diciembre 2009

ECOLOGÍA PROFUNDA: un nuevo paradigma

Fritjof Capra

1 Una crisis de percepción

A finales del pasado siglo XX, los temas medioambientales han adquirido una importancia primordial. No enfrentamos a una serie de problemas globales que dañan la biosfera y la vida humana de modo alarmante y que podrían, en breve, convertirse en irreversibles. Disponemos ya de una amplia documentación de tales problemas.

Cuanto más estudiamos los principales problemas de nuestro tiempo, más nos percatamos de que no pueden ser entendido aisladamente. Se trata de problemas sistémicos, lo que significa que están interconectados y son interdependientes. Por ejemplo, sólo se podrá estabilizar la población del globo cuando la pobreza se reduzca planetariamente.

La extinción a gran escala de especies animales y de plantas continuará mientras el Hemisferio Sur siga bajo el peso de las deudas masivas. La escasez de recursos y el deterioro medioambiental se combinan con poblaciones en rápido crecimiento, llevando al colapso a las comunidades locales así como a la violencia étnica y tribal, que se ha convertido en la principal característica de la posguerra fría.

En última instancia, estos problemas deben ser contemplados como distintas facetas de una misma crisis, que es en gran parte una crisis de percepción. Deriva del hecho de que la mayoría de nosotros, y especialmente nuestras grandes instituciones sociales, suscriben conceptos de una visón ya desfasada del mundo, una percepción de la realidad inadecuada para tratar con nuero superpoblado y globalmente interconectado.

Existen soluciones para los principales problema de nuestro tiempo, algunas muy sencillas, pero que requieren un cambio radical en nuestra percepción, en nuestro pensamiento, en nuestros valores. Nos hallamos, sin duda, en el inicio de este cambio fundamental de visión en la ciencia y en la sociedad, un cambio de paradigmas tan radical como los de la revolución copernicana. Pero esta constatación no ha llegado aún a la mayoría de nuestros líderes políticos. El reconocimiento de un profundo cambio de percepción y pensamiento capaz de garantizar nuestra supervivencia, no ha alcanzado todavía a los responsables de las empresas ni a los administradores y profesores de nuestras grandes universidades.

Nuestros líderes no sólo son incapaces de percibir la interconexiones entre los distintos problemas, sino que además se niegan a reconocer hasta qué punto lo que ellos llaman sus soluciones comprometen el futuro de las generaciones venideras. Desde la perspectiva sistémica, las únicas soluciones viables son aquellas que resultan sostenibles. El concepto de sostenibilidad se ha convertido en un elemento clave en el movimiento ecológico y es sin duda crucial. Lester Brown del Worldwatch Institute, ha dado una simple, clara y hermosa definición: Una sociedad sostenible es aquella capaz de satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de las generaciones futuras. Este es, en pocas palabras, el gran desafío de nuestro tiempo: crear comunidades sostenibles, es decir, entornos sociales y culturales en los que podamos satisfacer nuestras necesidades y aspiraciones sin comprometer el futuro de las generaciones que han de seguirnos.

2 El cambio de paradigma

En mi trayectoria como físico, me ha interesado principalmente el dramático cambio de conceptos e ideas que tuvo lugar en la física a lo largo de las tres primeras décadas del siglo XX y que sigue teniendo consecuencias en nuestras teorías actuales sobre la materia. Los nuevos conceptos en física han significado un cambio profundo en nuestra visión del mundo; desde una perspectiva mecanicista de Descartes y Newton hasta una visión ecológica y holística.

La nueva visión de la realidad no resultó e absoluto fácil de aceptar a los físicos de comienzos del siglo XX. La exploración del mudo atómico y subatómico les puso en contacto con una extraña e inesperada realidad. En su esfuerzo por comprenderla, los científicos fueron dándose cuenta, penosamente, de que sus conceptos básicos, su lenguaje científico y su misma manera de pensar resultaban inadecuados para describir los fenómenos atómicos. Sus problemas no se limitaban a lo estrictamente intelectual, sino que alcanzaban la dimensión de una intensa crisis emocional o hasta podríamos decir existencial. Necesitaron mucho tiempo para superar esta crisis, pero al final se vieron recompensados con profundas revelaciones sobre la naturaleza de la materia y su relación con la mente humana.

Los dramáticos cambios de pensamiento que tuvieron lugar en la física a comienzos del siglo XX han sido ampliamente discutidos por físicos y filósofos durante más d cincuenta años. Llevaron a Thomas Kuhn a la noción de paradigma científico, definido como una constelación de logros, conceptos, valores, técnicas etc. Compartidos por una comunidad científica y usados por esta para definir problemas y soluciones legítimas. Los distintos problemas, se suceden, según Kuhn tras rupturas discontinuas y revolucionarias llamadas cambios de paradigma.

Hoy, veinticinco años después del análisis de Kuhn, reconocemos el cambio de paradigma en la física como parte integrante de una transformación cultural mucho más amplia. Actualmente revivimos la crisis la crisis intelectual de los físicos cuánticos de los años veinte, en forma de una crisis cultural similar pero de proporciones mucho más amplias. Por consiguiente, asistimos a un cambio de paradigmas, no solo en la ciencia, sino también en el más amplio contexto social. Para analizar esta transformación cultural, he generalizado la noción de Kuh de paradigma científico a la del paradigma social, que describo como una constelación de conceptos, valores, percepciones y prácticas compartidos por una comunidad, que conforman una visón particular de la realidad que, a su vez, es la base del modo en que dicha sociedad se organiza.

El paradigma ahora recesión ha dominado nuestra cultura durante varios siglos, durante los que ha formado nuestra sociedad occidental e influido considerablemente en el resto del mundo. Dicho paradigma consta de una enquistada serie de ideas y valores, entre los que podemos citar la visión el universo como un sistema mecánico compuesto de piezas, las del cuerpo humano como una máquina, la de la vida en sociedad como una lucha competitiva por la existencia, la creencia en el progreso material ilimitado a través del crecimiento económico y tecnológico y, no menos importante, la convicción de que una sociedad en la que la mujer está por doquier sometida al hombre, no hace sino seguir las leyes naturales. Todas estas presunciones se han visto cuestionadas seriamente por los acontecimientos recientes, hasta el punto de que su reconsideración radical está ocurriendo en nuestros días.

3 Ecología profunda

El nuevo paradigma podría denominarse una versión holística del mundo, ya que lo ve como un todo integrado más que como una discontinua colección de partes. También podría llamarse una versión ecológica, usando el término en un sentido mucho mas profundo y amplio de lo habitual. La percepción desde la ecología profunda reconoce la independencia fundamental entre todos los fenómenos y el hecho de que, como individuos y sociedades, estamos inmersos en (y finalmente dependientes de) los procesos cíclicos de la naturaleza.

Los términos holístico y ecológico difieren ligeramente en sus significados y parecería que el primero de ellos resulta menos apropiado que el segundo para describir el nuevo paradigma. Una visión holística de una bicicleta, por ejemplo, significa verla como un todo funcional y entender consecuentemente la interdependencia entre sus piezas. Una visión ecológica incluiría esto, pero añadiría la percepción de cómo la bicicleta se inserta en un entorno natural y social: de dónde provienen sus materias primas, cómo se construyó, cómo su utilización afecta al entorno natural, y a la comunidad que los usa, etc. Esta distinción entre holístico y ecológico es aún mas importante cuando hablamos de sistemas vivos, para los que las conexiones con el entorno son mucho más vitales.

El sentido en el que uso el término ecológico está asociado con una escuela filosófica específica, es más, con un movimiento de base conocido como ecología profunda que está ganando rápidamente prominencia. Esta escuela fue fundada por el filósofo noruego Arne Naess a comienzos de los setenta al distinguir entre ecología superficial y la profunda. Esta distinción está ampliamente aceptada en la actualidad como referencia muy útil en el discernimiento entre líneas de pensamiento ecológico contemporáneas.

La ecología social es antropocéntrica, es decir, está centrada en el ser humano. Ve a este por encima o a parte de la naturaleza, como fuente de todo valor, y le da a aquella un valor único instrumental de uso. La ecología profunda no separa a los humanos, ni a ninguna otra cosa, del entorno natural.. Ve el mundo, no como una colección de objetos aislados, sino como una red de fenómenos fundamentalmente interconectados e interdependientes. La ecología profunda reconoce el valor intrínseco de todos los seres vivos y ve a los humanos como una hebra más en la trama de la vida.

En última instancia, la percepción ecológica es una percepción espiritual o religiosa. Cuando el concepto del espíritu es entendido como el modo de consciencia en el que el individuo experimenta un sentimiento de pertenencia y de conexión con el cosmos como un todo, queda claro que la percepción ecológica es espiritual en su esencia más profunda. No es por tanto, sorprendente que la nueva visión de la realidad emergente, basada en la percepción ecológica, sea consecuente con la llamada filosofía perenne de las tradiciones espirituales, tanto si hablamos de la espiritualidad de los místicos cristianos, como de los budistas, o de la filosofía y cosmología subyacentes en las tradiciones nativas americanas.

Hay otra manera en que Arne Naess ha caracterizado la ecología profunda: la esencia de la ecología profunda es plantear cuestiones cada vez más profundas. Esta es asimismo la esencia de un cambio de paradigma.

Necesitamos estar preparados para cuestionar cada aspecto del viejo paradigma. Quizá no resulte necesario desdeñarlos en su totalidad, pero, antes de saberlo, debemos tener la voluntad de cuestionarlos en su totalidad. Así pues, la ecología profunda plantea cuestiones profundas sobre los propios fundamentos de nuestra moderna, científica, industrial, desarrollista y materialista visión del mundo y manera de vivir. Cuestiona su paradigma completo desde una perspectiva ecológica, desde la perspectiva de nuestras relaciones con los demás, con las generaciones venideras y con la trama de la vida de la que formamos parte.

Además de la ecología profunda hay otras dos escuelas filosóficas de ecología: la ecología social y la ecología feminista. En publicaciones filosóficas de los últimos años se ha establecido un vivo debate sobre los méritos relativos de la ecología profunda, la ecología social y el ecofeminismo. Pienso que cada una de las tres aborda aspectos importantes del paradigma ecológico y que, lejos de competir entre ellos, sus defensores deberían integrar sus planteamientos en una versión ecológica coherente.

La percepción desde la ecología profunda parece ofrecer la base filosófica y espiritual idónea para un estilo de vida ecológico y para el activismo medioambiental. No obstante, no nos dice mucho acerca de las características culturales y los patrones de organización social que han acarreado la presente crisis ecológica. Este es el objetivo de la ecología social.

El terreno común de varias escuelas dentro e la ecología social es el reconocimiento de que la naturaleza fundamentalmente antiecológica de muchas de nuestras estructuras sociales y económicas y de sus tecnologías, tiene sus raíces en lo que Riane Eisler ha denominado el sistema dominador de la organización social. Patriarcado, imperialismo, capitalismo y racismo son algunos de los ejemplos de la dominación social que son en sí mismo explotadores y antiecológicos. Entre las distintas escuelas de ecología social se cuentan varios grupos anarquistas y marxistas que utilizan sus respectivos marcos conceptuales para analizar distintos patrones de dominación social.

El ecofeminismo podría verse como una escuela específica dentro de la ecología social, ya que se dirige a la dinámica básica de la dominación social en el contexto del patriarcado y de los vínculos entre feminismo y ecología va mucho más allá del marco de la ecología social. Los ecofeministas ven la dominación patriarcal del hombre sobre la mujer como el prototipo de toda dominación y explotación en sus variadas formas de jerarquía, militarismo, capitalismo e industrialización. Señalan que la explotación de la naturaleza en particular ha ido de la mano con la de la mujer, que ha sido identificada con la naturaleza a través de los tiempos. Esta antigua asociación entre mujer y naturaleza vincula la historia de la mujer con el medio ambiente y es el origen de la afinidad natural entre feminismo y ecología. Por consiguiente, el ecofeminismo ve el conocimiento vivencial femenino como la principal fuente para una visión ecológica de a realidad.

4 Nuevos valores

En esta breve descripción del paradigma ecológico emergente, he enfatizado hasta ahora los cambios de percepciones y modos de pensamiento. Si ello fuese todo lo que necesitásemos, la transición hacia el nuevo paradigma resultaría relativamente fácil. Hay pensadores suficientemente elocuentes y convincentes en el movimiento de la ecología profunda como para convencer a nuestros líderes políticos y económicos de los méritos del nuevo pensamiento. Pero ésta es sólo una parte del problema. El cambio de paradigmas requiere una expansión no sólo de nuestras percepciones y modos de pensar, sino también de nuestros valores.

Resulta aquí interesante señalar las sorprendente conexión entre los cambios de pensamiento y de valores Ambos pueden ser contemplados como cambios de desde la asertividad a la integración. Ambas tendencias, la asertiva y la integrativa, son aspectos esenciales de todos los sistemas vivos. Ninguna es intrínsecamente buena o mala. Lo bueno o saludable es un equilibrio dinámico entre ambas y lo malo o insalubre es su desequilibrio, en enfatizar desproporcionadamente la una en detrimento de la otra. Si contemplamos desde esta perspectiva nuestra cultura industrial occidental, veremos que hemos enfatizado las tendencias asertivas a costa de las integrativas. Ello resulta evidente al mismo tiempo en nuestro pensamiento y en nuestros valores y resulta muy instructivo emparejar estas tendencias opuestas:

Pensamiento

Valores

Asertivo

Integrativo

Asertivo

Integrativo

racional

Intuitivo

Expansión

Conservación

Analítico

Sintético

Competición

Cooperación

Reduccionista

Holístico

Cantidad

Calidad

lineal

No-lineal

dominación

asociación

Los valores asertivos: competición expansión, dominación, están generalmente asociados a los hombres. Efectivamente, en una sociedad patriarcal éstos no sólo se ven favorecidos, sino también recompensados económicamente y dotados de poder político. Esta es una de las razones por las que el cambio hacia un sistema de valores más equilibrado resulta tan difícil para la mayoría de las personas y especialmente para los hombres.

El poder, es el resultado de la dominación sobre los demás, es asertividad excesiva. La estructura social en que se ejerce con mayor eficacia es la jerarquía. Si duda, nuestras estructuras políticas, militares y empresariales están ordenadas jerárquicamente, con hombres normalmente situados en los niveles superiores y mujeres en los inferiores. La mayoría de estos hombres y alguna de las mujeres han llegado a identificar su posición e la jerarquía como parte de sí mismos, por lo que el cambio a un sistema de valores distinto representa para ellos un temor existencial.

Existe, no obstante, otra clase de poder más apropiada para el nuevo paradigma: el poder como influencia sobre otros. La estructura ideal para el ejercicio de esta clase de poder no es la jerarquía, sino la red que, como veremos, es la metáfora central de la ecología. El cambio de paradigma incluye por tanto el cambio de jerarquías a redes en la organización social.

5 Etica

Toda la cuestión de los valores es crucial en la ecología profunda, es en realidad su característica definitoria central. Mientras que el viejo paradigma se basa en valores antropocéntricos (centrados en el hombre). Es una visión del mundo que reconoce el valor inherente de la vida no humana. Todos los seres vivos son miembros de comunidades ecológicas vinculados por una red de interdependencias. Cuando esta profunda percepción ecológica se vuelve parte de nuestra vida cotidiana, emerge un sistema ético radicalmente nuevo.

Dicha ética, profundamente ecológica, se necesita urgentemente hoy en día y muy especialmente en la ciencia, puesto que mucho de lo que los científicos están haciendo no es constructivo y respetuoso con la vida, sino todo lo contrario. Con físicos diseñando sistemas capaces de borrar la vida de la faz de la Tierra, con químicos contaminando el planeta, con biólogos soltando nuevos y desconocidos microorganismos sin conocer sus consecuencias, con psicólogos y otros científicos torturando animales en nombre del progreso científico, con todo ello en marcha, la introducción de unos estándares ecoéticos en el mundo científico parece de la máxima urgencia.

Generalmente no está admitido que los valores no son algo externo a la ciencia y a la tecnología, sino que constituyen su misma base y motivación. Durante la revolución científica del siglo XVII se separaron los valores de los hechos y, desde entonces, tendemos a creer que los hechos científicos son independientes de lo que hacemos y por lo tanto de nuestros valores. En realidad, el hecho científico surge de una constitución completa de percepciones, valores y acciones humanas, es decir, de un paradigma del que no puede ser desvinculado. Si bien gran parte de la investigación detallada puede no depender explícitamente del sistema del científico que la efectúa, el paradigma más amplio en el que su investigación tiene lugar nunca estará desprovisto de un sistema de valores. Los científicos, por lo tanto, son responsables de su trabajo no sólo intelectualmente, sino también moralmente.

Dentro del contexto de la ecología profunda, el reconocimiento de valores inherentes a toda naturaleza viviente está basado en la experiencia profundamente ecológica o espiritual de que naturaleza y uno mismo son uno. Esta expansión del uno mismo hasta su identificación con la naturaleza es el fundamento de la ecología profundidad, como Arne Naess manifiesta claramente:

El cuidado fluye naturalmente cuando el si mismo se amplía y profundiza hasta el punto de sentir y concebir la protección de la Naturaleza libre como la de nosotros mismos… Al igual que no precisamos de la moral para respirar (…) [igualmente] si nuestro si mismo, en el sentido más amplio, abarca a otro ser, no precisamos de ninguna exhortación moral para evidenciar cuidado (…). Cuidamos por nosotros mismos, sin precisar ninguna presión moral (…). Si la realidad es como la que experimenta nuestro ser ecológico, nuestro comportamiento sigue natural y perfectamente normas de estricta ética medioambiental.

Lo que esto implica es que la conexión entre la percepción ecológica del mundo y el correspondiente comportamiento no es una conexión lógica sino psicológica. La lógica no nos conduce desde el hecho de que somos parte integrante de la trama de la vida a ciertas normas sobre cómo deberíamos vivir. En cambio desde la percepción o experiencia ecológica de ser parte de la trama de la vida, estaremos (en oposición a deberíamos estar) inclinados al cuidado de toda naturaleza viviente. En realidad difícilmente podríamos reprimirnos de responder de tal modo.

El vínculo entre ecología y psicología establecido desde el concepto del sí mismo ecológico ha sido explorado recientemente por varios autores. La ecóloga profunda Joanna Macy escribe sobre el reverdecimiento de sí mismo, el filósofo Warwick Fox ha acuñado el término ecología transpersonal y el historiador cultural Theodore Roszak utiliza el término ecopsicología para expresar la profunda conexión entre ambos campos, que hasta hace poco se veían completamente separados.

6 El cambio dela física a las ciencias de la vida

Al llamar ecológica, en el sentido de la ecología profunda, a la nueva visión de la realidad, enfatizamos que la vida está en su mismo centro. Este es un punto importante para la ciencia ya que en el viejo paradigma, la física ha sido el modelo y la fuente de metáforas para las demás ciencias. Toda la filosofía es como un árbol decía Descartes. Las raíces son la metafísica, el tronco la física, y las ramas todas las otras ciencias. La ecología profunda ha sobrepasado la metáfora cartesiana. Si bien el cambio de paradigma en la física sigue siendo de interés por haber sido el primero en producirse dentro e la ciencia moderna, la física a perdido su rol como principal ciencia proveedora de la descripción fundamental de la realidad. Esto, no obstante, aun no está ampliamente reconocido; con frecuencia, científicos y no científicos mantienen la creencia popular de que si buscas realmente la solución definitiva, debes preguntar a un físico, lo cual constituye verdaderamente una falacia cartesiana. Hoy, el cambio e paradigma dela ciencia, en su nivel más profundo, implica un cambio desde la física a las ciencias de la vida.